Cómo se incorpora la inequidad en el sistema de vacunación de Estados Unidos

por Maryam Jameel y Caroline Chen

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Es un hecho que hoy en día en Estados Unidos el simple hecho de reunir los requisitos para una vacuna no significa que alguien puede obtenerla inmediatamente. Inclusive, el poder ocupar uno de los primeros lugares de la fila no es el mismo para todos. ProPublica ha descubierto que algunos programas de vacunación llevan desigualdades por diseño, y que, intencionalmente o no, crean barreras que perjudican a quienes corren un mayor riesgo de morir por la enfermedad.

En muchas de las zonas del país, es mucho más difícil programar una cita para vacunarse si no se tiene acceso a internet. Algunas áreas únicamente ofrecen la opción de vacunarse en centros que solo atienden a personas en automóvil, lo cual excluye a personas que carecen de un vehículo o que no cuentan con alguien que los lleve. En otros lugares, quienes no hablan inglés tienen problemas para obtener información en las líneas de ayuda y los sitios web del gobierno. Un estado incluso se niega rotundamente a permitir que los trabajadores indocumentados con empleos de alto riesgo tengan prioridad para la vacunación.

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El suministro de vacunas es demasiado escaso para vacunar a todos los que cumplen los requisitos y la competencia resulta feroz.

“Mi pesadilla es que tengamos un sistema de salud de dos niveles en el que hay personas ricas, privilegiadas o conectadas, y luego queden todos los demás,” dijo el Dr. Jonathan Jackson, director del Centro de Investigación sobre Acceso, Reclutamiento y Participación Comunitaria del Hospital General de Massachusetts y de la Facultad de Medicina de Harvard. “Una vez que lleguemos a ese punto de saturación, en el que todos en el primer nivel hayan recibido sus vacunas, la narrativa cambiará a la culpabilidad. Se dirá, ‘¿Por qué no han resuelto esto aún?’”

Si usted o su familia han tenido dificultades para obtener una vacuna contra COVID-19 debido a las barreras económicas u otro tipo de desigualdades, o si usted es diseñador de planes de vacunación y puede compartir soluciones o información acerca de los obstáculos relacionados con la distribución equitativa de la vacuna, por favor llene el cuestionario. Si lo prefiere, puede contactarnos directamente por llamada o texto, en inglés o español, al 202-681-0779.

A woman tries to make a vaccine appointment for her wheelchair-bound father, but is unable to. (Laila Milevski, especial para ProPublica)

Para las personas con discapacidades, puede ser un reto simplemente poder acudir a citas

Desde el momento en que su padre de 69 años de edad, José Balboa, cumplió los requisitos para vacunarse, Kristine Mathason ha pasado parte de cada día en el teléfono o en internet tratando de obtener una vacuna. E[m1] ncontró citas disponibles varias veces, pero no pudo encontrar forma de llevar a su padre a ningún centro de vacunación. Balboa tiene parálisis del lado izquierdo a consecuencia de un accidente cerebrovascular y necesita una silla de ruedas para desplazarse. En Miami, donde vive, la mayoría de las vacunas únicamente se administran a personas en automóvil.

Mathason no tiene una camioneta a la que pueda subir la silla de ruedas de su padre, y ella no puede levantarlo por sí sola. Para moverlo de su cama a la silla, su auxiliar de atención médica en el hogar usa una grúa. Es imposible usar ese aparato al tratar de ayudarlo a subirse a un coche, dijo Mathason, porque las puertas impiden alzarlo con una grúa o utilizar el apoyo de dos personas. Balboa incluso se ha caído anteriormente cuando sus familiares trataron de moverlo.

Mathason dice que ella está “dispuesta a pasar todos los aros” que sean necesarios para vacunar a su padre. “Es una persona con riesgos altísimos: es diabético, tuvo un accidente cerebrovascular hace 17 años,” dijo ella. “Tiene alta presión arterial. Mi medio hermano, que vive con él, trabaja en un restaurante, o sea un empleo de alto riesgo. Hacemos todo lo posible”.

Mathason investigó todas las vías que se le han ocurrido, pero cada una resultó ser un callejón sin salida. Trató de alquilar una camioneta, pero carece de empleo debido a la pandemia y no pudo costearla. Pensó en Uber, pero el acceso para la silla de ruedas y el costo de esperar en el sitio de vacunación eran prohibitivos. “Mi padre es una de esas personas que, desgraciadamente, se está quedando atrás”, comentó.

Existe un servicio en el condado que ofrece transporte para personas de tercera edad, pero únicamente da servicio a un destino en particular y no esperaría con Balboa en la fila del servicio de vacunación en automóvil. Existe un inconveniente adicional: los viajes programados requieren un aviso previo de 24 horas para la partida, pero el hospital local que ofrece atención sin cita previa, los programa con menos de 24 horas de antelación. El departamento de salud del condado de Miami-Dade indicó que nuestras preguntas debían hacerse al departamento de salud del estado, el cual no respondió a solicitudes de comentarios para este reportaje.

De acuerdo con las estadísticas de los Centros para Control y Prevención de Enfermedades (Centers for Disease Control and Prevention, CDC), aproximadamente un 14 % de los adultos en Florida tiene discapacidades que afectan su movilidad, misma que los CDC definen como dificultades serias para caminar o subir escaleras. Mientras que algunas personas con limitaciones de movimiento pueden acceder a un coche con mayor facilidad que Balboa, él y su familia tuvieron muy pocas opciones.

“Solo quisiera que hubieran pensado en personas como mi papá”, dijo Mathason. “¿Qué pasa con la gente que no cuenta con alguien como yo que esté tratando de mover cielo y tierra para conseguirles una cita? ¿Qué pasa con las personas que no tienen un vehículo y no pueden trasladarse a ningún lado?”

Después de más de un mes de búsqueda, Balboa recibió una llamada del centro médico donde acude a sus consultas. Habían recibido una dotación de vacunas; entonces pasaron por él y lo llevaron a vacunarse en una de sus camionetas equipadas para sillas de ruedas. Obtuvo la primera inyección el 24 de febrero.

A woman working at a donut shop appears with a map showing driving distance, and looks at her phone in frustration while holding a newspaper. (Laila Milevski, especial para ProPublica)

Si no tiene acceso o no sabe cómo navegar por internet, sus opciones pueden reducirse

A Eneyda Morales, de 40 años y madre de tres hijos en East Hampton, Nueva York, le diagnosticaron un cáncer de mama hace dos años y todavía está en tratamiento. Trabaja cuatro días por semana en una panadería de bagels cerca de su casa.. “Me gustaría vacunarme por el problema que tengo y porque trabajo también en un lugar donde me toca atender gente”, comentó. Sin embargo, realmente no está segura de cómo obtendrá la vacuna. Mientras que muchos estadounidenses buscan la información en línea, ella no tiene computadora y no sabe como utilizarlas. Ella tiene un smartphone, pero solo lo utiliza para cosas sencillas como buscar direcciones. La única computadora que tiene en su casa es la que recibió su hija de 8 años por parte de la escuela para hacer la tarea.

El estado de Nueva York tiene una línea de información para programar citas por teléfono, pero solo para vacunas que se administran en lugares que dirige el estado. En el caso de Morales, el lugar más cercano queda a unas 60 millas de distancia, hora y media en automóvil. Si quisiera una cita más cerca de su casa, tendrá que contactar directamente a los hospitales y las farmacias de su localidad. Cuando los interesados llaman a la línea de información, el mensaje grabado indica que la manera más rápida de obtener información acerca de los requisitos y la programación de citas es entrar a internet.

Morales piensa obtener ayuda de OLA of Eastern Long Island, una organización sin fines de lucro. La idea es programar una cita más cerca de su casa y en uno de sus días libres. Sin su ayuda, dijo que no sabría donde comenzar a buscar.

Algunos estados que intentaron ofrecer opciones para programar citas de vacunación con métodos aparte de internet, han tenido problemas. La línea telefónica que se estableció en Maryland se vio inundada con llamadas de personas que se quejaron por haberse quedado esperando mucho tiempo para que luego se les cortara la llamada. En Tennessee, la decisión que se tomó en el condado de Shelby para permitir que los usuarios de internet se apuntaran antes de que se abrieran las citas por teléfono, significó que todos los turnos se agotaron en internet antes de que se abrieran las líneas telefónicas.

De acuerdo con el centro de investigación Pew Research Center, aproximadamente un 10 % de la población adulta no utiliza internet. En las investigaciones se ha encontrado que los estadounidenses de mayor edad, con menor ingreso y menos educación, y que no son de raza blanca, tienen menores probabilidades de utilizar internet.

A woman calls a phone hotline and is told, “We don’t have anybody that can talk to you in Spanish,” then watches a politician speak on TV. (Laila Milevski, especial para ProPublica)

Las personas que no hablan inglés quizás no puedan obtener información acerca de la vacunación

Gladys Godínez, hija de empleados de empacadoras de carne jubilados, vive en Lexington, Nebraska y es una de las organizadoras de Solidarity with Packing Plant Workers (Solidaridad con Empleados de Plantas Empacadoras). Sus padres no dominan bien el idioma inglés, al igual que muchos de los empleados a quienes representa. El sitio web de Nebraska que contiene información acerca de la vacunación en español menciona una línea telefónica para programar citas. Godínez quiso enterarse de lo que enfrentarían las personas como sus padres que no contaran con ayuda de alguien que hablara inglés y supiera de tecnología. Entonces llamó a la línea de información el 2 de febrero. Comentó que pasaron 15 minutos para que alguien contestara y que lo hicieron en inglés.

También señaló que la persona que contestó le informó que no había nadie que hablara español para atender su llamada. Trató de insistir. “Dije en español: ‘por favor, me gustaría poder registrarme para la vacuna’. La operadora contestó que no tenían a nadie que pudiera hablar con ella en español. Entonces yo solo dije ‘gracias’ y colgué”.

El Departamento de Salud y Servicios Humanos de Nebraska indicó que desde el 13 de febrero, un 25 % del personal de cada turno son personas que hablan español, pero que cada uno de los centros de llamadas puede conectarse con un servicio de interpretación según sea necesario.

El idioma no es la única barrera posible que enfrentan los inmigrantes que trabajan en Nebraska. En enero se le preguntó al gobernador Pete Ricketts si los empleados indocumentados que trabajan en las plantas empacadoras de carne serían vacunados como parte de la iniciativa estatal de vacunación que está a punto de iniciarse. Su respuesta no fue alentadora: “Se supone que deben ser residentes legales del país para poder trabajar en esas plantas”, contestó. “Por lo tanto, no espero que los inmigrantes ilegales sean parte de la vacunación dentro de ese programa”.

Godínez comentó que las palabras del gobernador fueron muy dañinas, incluso para los residentes legales. “Atemorizó a muchas personas,” dijo ella. “Son gente que habla español y solo vive su vida, tienen una categoría migratoria legítima y temen ser perfilados. Ahora viene el gobernador y dice, ‘Perdónenme o no, los trabajadores indocumentados no serán vacunados’”.

Ese mismo día, el director de comunicaciones del gobernador publicó un tweet indicando que, “aunque se espera que el gobierno federal eventualmente ponga la vacuna a disposición de toda persona que se encuentre en el país, Nebraska dará prioridad a ciudadanos y residentes legales antes que a los inmigrantes ilegales”. El Departamento de Salud y Servicios Humanos de Nebraska dijo a ProPublica que la prueba de ciudadanía no es requisito para recibir la vacuna.

Incluso durante la administración de Trump, el gobierno federal ha alentado a los inmigrantes indocumentados a vacunarse. De acuerdo con un informe de la Fundación Familiar Kaiser sobre la disponibilidad de vacunas para inmigrantes, Arizona específicamente ha dado prioridad a los inmigrantes indocumentados, mientras que Virginia y Nueva Jersey han priorizado a los trabajadores migrantes. Algunos estados, que incluyen a Utah, han enfatizado que los inmigrantes indocumentados cumplen con los requisitos para vacunarse y que no se compartirá su información con las autoridades. Oregón y Washington se han planteado cómo hacer difusión entre las comunidades de inmigrantes con el fin de asegurarse de que tengan la información correcta.

Tanto el personal médico, como los promotores de los derechos de la salud, intentan que el acceso a las vacunas de COVID-19 sea más realista para los residentes indocumentados. En Baltimore, la organización local sin fines de lucro, CASA de Maryland, está contratando personal para ir de casa en casa y compartir información acerca de la vacuna. También intentan que su oficina en Baltimore, ubicada en una zona con altos niveles de COVID-19, se convierta en una sede de vacunación.

A woman with a walker is turned away from a drive-through vaccine site, until another woman finds her a ride service. (Laila Milevski, especial para ProPublica)

Los centros de vacunación que solo dan servicio en automóvil excluyen a personas que no tienen vehículo

El Barrio Chino de Los Ángeles queda como a una milla del estadio de los Dodgers, uno de los centros de vacunación más grandes del país. Aunque está muy cerca de ellos, muchos de los ancianos de ese vecindario no tienen manera de vacunarse en el estadio debido a que carecen de vehículo y en ese centro solo se administran vacunas a personas que acuden en automóvil. Sissy Trinh, directora ejecutiva de la Alianza de la Comunidad del Sudeste Asiático (Southeast Asian Communicy Alliance, SEACA), organización que ha venido proporcionando ayuda a familias en el Barrio Chino y en Lincoln Heights durante la pandemia, comentó que las personas de su comunidad enfrentan varios obstáculos que los gobiernos locales y los centros de pruebas no han tomado en cuenta.

Aparte de no tener acceso a un automóvil, muchas de las personas mayores que atiende la SEACA hablan variantes de chino, vietnamita, jemer y español, y no utilizan internet. Trinh y sus colegas han tratado resolver cómo lograr que se vacunen estas personas de tercera edad. Consideraron la posibilidad contratar autos de Uber o Lyft, pero el costo de pagar a los conductores para que hicieran fila sería demasiado elevado para esta pequeña organización sin fines de lucro. Tampoco pueden transportarlos al centro de vacunación en grupo por temor a exponerlos potencialmente a infección.

A finales de febrero, el alcalde de Los Ángeles anunció que la ciudad enviará una clínica de vacunación móvil al Barrio Chino y a varios otros vecindarios priorizados de acuerdo con la vulnerabilidad médica de sus residentes. La ciudad reservó 800 dosis para el Barrio Chino. SEACA ayudó a que los residentes recibieran las vacunas habiendo programando citas para su lista de espera de 2,500 personas. También tradujeron documentos y reclutaron voluntarios que hablan cantonés, toisanés, teochew y vietnamita.

Trinh comentó que la entusiasma que finalmente haya dosis para las personas mayores del vecindario, aunque quisiera que los funcionarios hubieran comenzado a planificar esto desde que comenzó la pandemia. “Se que muchas personas se apresuraron a determinar cómo proporcionar equipo de protección personal y actualizar las órdenes de resguardo en el hogar, pero se debería haber establecido un equipo dedicado a resolver la distribución de la vacuna”. Funcionarios de la ciudad de Los Ángeles señalaron que esperan abrir clínicas móviles en sitios adicionales hacia finales de marzo.

En el condado de Pima, Arizona, los funcionarios de salud también están utilizando clínicas móviles para vacunar a residentes de alto riesgo. Baltimore y Fort Worth, Texas son otras de las ciudades que están tratando de sobrepasar las barreras de transporte por medio de centros móviles.

A man clicks on a computer mouse, then drinks coffee while he waits. (Laila Milevski, especial para ProPublica)

La comunicación confusa deja a la gente con ansiedad y sin poder planear

James, de 82 años, vive en el condado de Chesterfield, Virginia, en las afueras de Richmond (él solicitó que se le identificara solo con su primer nombre por motivos de confidencialidad). Al igual que muchos otros estadounidenses, consultó a su médico de atención primaria inicialmente para informarse acerca de la vacuna. “Contacté al consultorio de mi médico para saber si, como paciente de ellos, me avisarían cuándo podría vacunarme; sin embargo me respondieron que no lo harían, que tendría que comunicarme con el departamento del estado”. En su lugar, le indicaron que se dirigiera al Departamento de Salud de Virginia.

Entonces James se conectó al sitio web del departamento de salud del estado. “Llené todos los casilleros y eso fue todo. No escuché palabra alguna”, agregó. “No supe si quedé inscrito o no”. También trató de registrarse en el sitio web del departamento de salud de su propio condado, y tuvo la misma experiencia. “No sabes si estás hablando con una computadora o un bote de basura”, comentó “¿A dónde llega el formulario después de llenarlo? Me preocupa que cuando por fin acuda al centro de vacunación alguien me diga que no estoy inscrito”.

James contrastó la experiencia con hacer compras en línea. “Cuando compras algo en la red, recibes una respuesta inmediata del vendedor agradeciendo tu compra. ¿Por qué no pueden hacer eso? ¿Por lo menos un “gracias por registrarse”?”.

En efecto, el sistema inicial de registro de vacunación de Virginia no proporcionaba ningún acuse de recibo por correo electrónico, pero, de acuerdo con Melissa Gordon, la portavoz del departamento de salud, el nuevo sistema que se estableció el 16 de febrero ahora proporciona “un acuse de recibo inmediato en pantalla”, así como un correo electrónico o un mensaje de texto. Añadió que “no es práctico asignar un lugar exacto ‘en la fila’, ni un marco de tiempo estimado para las citas, ya que las clínicas se arman en base de la capacidad, la elegibilidad y los impulsores de la equidad que cambian con el tiempo”; por ende, lo único que puede hacer un mensaje de correo electrónico es “avisarle al interesado que su información fue transferida al nuevo sistema estatal y no era necesario hacer algo más”. Los residentes que se inscribieron con el antiguo sistema, incluido James, acabaron recibiendo un correo electrónico para confirmar su inscripción, aunque eso sucedió semanas después de haber llenado el formulario. Gordon añadió que, “lamentablemente, pasarían varias semanas o meses antes de que todos recibieran una cita”.

La confusión sobre “¿Cuándo me tocará a mí?” no ha hecho más que aumentar a medida que los estados empiezan a ampliar el acceso a personas con enfermedades subyacentes, con criterios que pueden ser difíciles de interpretar. La emisora WBUR informó recientemente que ciertos habitantes de Massachusetts que padecen de asma, por ejemplo, no han podido determinar si cumplen con los requisitos. Massachusetts incluye asma “de moderada a grave” en su lista de padecimientos médicos elegibles, pero lo que se considera como asma “moderada” es ambiguo.

James espera la vacuna para poder visitar a sus hijos y cuatro nietos, cuyas edades van de 11 a 28 años. Al no contar con información del departamento de salud de su localidad, sigue las noticias para enterarse acerca de la distribución. Comentó que en una ocasión se enteró acerca de una pareja que manejó cinco horas en cada vuelta desde el área de Richmond a Abingdon, para vacunarse. James no piensa que valga la pena trasladarse tan lejos, especialmente por que eso implicaría pasar la noche en algún lugar. “Solo seguiré esperando y me mantendré al tanto de la información”, agregó.

También mencionó que la experiencia hasta ahora lo ha hecho “perder la fe en todo el proceso”. “El presidente puede aparecer en la televisión y decir que compró 600 miles de millones de estas cosas y yo comento, ‘Bien, pero ¿dónde están? Díganme, ¿cuándo estarán en mi calle?’.”

Traducción de Mati Vargas-Gibson


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